
Ahora está de moda Risto Mejide, el jurado borde de OT. Su misión en el programa está clara: hay que ser malo, malvado, y no importarle demostrarlo, y hay que dar a los concursantes donde más les duele.
La pose es perfecta, gafas de sol y postura de perdonavidas. La verbalización no es mala, al menos en líneas generales, y suele ser efectivo en lo que persigue que no es otra cosa que hundir al concursante.
Estos deberían saber que en todo programa de espectáculo los papeles están repartidos y que las cabronadas de Risto forman parte del show y del sueldo.
OT ha cambiado este año, por eso de renovarse o morir. En las ediciones anteriores todos eran buenos, buenísimos; si acaso Noemí Galera, directora de casting de Gestmusic, soltaba alguna bordería pero eran halagos compradas con las de Risto.
Cuando, tras su actuaciones, a los concursantes de “Operación Triunfo” les toca escuchar la opinión del jurado, todos se echan a temblar si les toca Mejide; la audiencia se dispara y todos esperan la perla que saldrá de su boca: “os visten como putas, tienes cara de Golum, cantas como un hiena...” Entonces, todo el público del plató se echa encima de él, con abucheos y vuelve a ser el más provocador, el más malo y el más odiado. Sin embargo, su popularidad sube como la espuma y ya tiene 87.000 referencias con su nombre el Google. Hasta en Buenafuente, programa de la competencia, le ha salido un imitador aunque éste se llama “Risto Mejode”.
En fin, que el tal Risto no es un producto casual, sino una inteligente apuesta por una puesta en escena diferente.